En una plaza de San Pedro repleta, en donde miles de
fieles agitaban sus pañuelos blancos, entró la imagen de la Virgen de Fátima
cargada por cuatro Heraldos del
Evangelio y escoltada por la Guardia Suiza hasta el obelisco
central de la plaza. Allí los sediarios pontificios, o sea quienes cargaban
cuando existía, la silla gestatoria papal, pasaron a llevar la imagen de María,
que la representa cuando se apareció en 1917 a los tres pastorcitos en Fátima.
Mientas el coro de la pontificia Capilla Sixtina
cantaba “el 13 de mayo” la imagen fue desde el obelisco, cargada por los
'sediarios' y acompañada por dos guardias suizos y dos gendarmes vaticanos
hacia la basílica, en cuya explanada le esperaba el papa Francisco.
Después de la homilía en la que el santo padre invita
a tener confianza en María, pues ella nos puede ayudar a resolver los nudos de
conciencia más difíciles, y de agradecerle por su fe, impartió la bendición y
se cantó la Salve Regina.
“Juan Pablo II en 1984, delante de la imagen de
Nuestra Señora de Fátima, en Roma, consagró el mundo y Rusia al Inmaculado
Corazón de María, en unión con los obispos del mundo entero. Más tarde, la
vidente Lucia confirmó que ese acto de consagración fue realizado en
consonancia con el pedido de Nuestra Señora. El año 2000, en el Jubileo de los
Obispos, siempre Juan Pablo II consagró el nuevo milenio a Nuestra Señora, de
nuevo delante de esta misma imagen, en Roma”.
La corona de la imagen de Fátima lleva la munición que
hirió al papa Juan Pablo II en el atentado del 13 de mayo de 1981, realizado
por mano de Ali Agca en la plaza de San Pedro y cuyos mandantes nunca pudieron
ser identificados con certeza.