lunes, 9 de diciembre de 2013

La Inmaculada Concepción

LA INMACULADA CONCEPCIÓN
Diciembre 8

Ella, desde el momento en que fue concebida por sus padres, por gracia y privilegios únicos que Dios le concedió, fue preservada de toda mancha del pecado original.

En nuestra sociedad, la pureza tiene dos valores opuestos. Mientras la droga más pura es la más cara y todos buscan el detergente que deje la ropa más blanca, muy pocos se preocupan de mantener su alma y su vida pura, de cara a la vida eterna. Incluso, quienes se confiesan seguido son, a veces, criticados y se les califica despectivamente de "mochos". La Virgen María nos invita a vivir este ideal de la pureza, aunque para ello tengamos que ir "contra corriente".

Un poco de historia

El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX, promulgó un documento llamado "Ineffabilis Deus" en el que estableció que el alma de María, en el momento en que fue creada e infundida, estaba adornada con la gracia santificante.

Desde entonces, esta es de las verdades que los católicos creemos, aunque a veces, no entendamos. Es lo que se llama Dogma o artículo de fe.

La Virgen María fue "dotada por Dios con dones a la medida de su misión tan importante" (Lumen Gentium). El ángel Gabriel pudo saludar a María como "llena de gracia" porque ella estaba totalmente llena de la gracia de Dios. Dios la bendijo con toda clase de bendiciones espirituales, más que a ninguna otra persona creada. Ella es "redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo". (LG, n. 53)


La devoción a la Inmaculada Concepción es uno de los aspectos más difundidos de la devoción mariana. Tanto en Europa como en América se adoptó a la Inmaculada Concepción como patrona de muchos lugares.

María tiene un lugar muy especial dentro de la Iglesia por ser la Madre de Jesús. Sólo a Ella Dios le concedió el privilegio de haber sido preservada del pecado original, como un regalo especial para la mujer que sería la Madre de Jesús y madre Nuestra.

Con esto, hay que entender que Dios nos regala también a cada uno de nosotros las gracias necesarias y suficientes para cumplir con la misión que nos ha encomendado y así seguir el camino al Cielo, fieles a su Iglesia Católica.

Podemos aprender que es muy importante para nosotros recibir el Bautismo, que sí nacimos con la mancha del pecado original. Al bautizarnos, recibimos la gracia santificante que borra de nuestra alma el pecado original. Además, nos hacemos hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Al recibir este sacramento, podemos recibir los demás.

Para conservar limpia de pecado nuestra alma podemos acudir al Sacramento de la Confesión y de la Eucaristía, donde encontramos a Dios vivo.

Hay quienes dicen que María fue una mujer como cualquier otra y niegan su Inmaculada Concepción. Dicen que esto no pudo haber sido posible, que todos nacimos con pecado original. En el Catecismo de la Iglesia Católica podemos leer acerca de la Inmaculada Concepción de María en los números 490 al 493.

El alma de María fue preservada de toda mancha del pecado original, desde el momento de su concepción. María siempre estuvo llena de Dios para poder cumplir con la misión que Dios tenía para Ella.

Con el Sacramento del Bautismo se nos borra el pecado original. Dios regala a cada uno de nosotros las gracias necesarias y suficientes, para que podamos cumplir con la misión que nos ha encomendado.

¡Virgen María, Madre Inmaculada, ruega por nosotros!!
Autor: Tere Fernández

viernes, 8 de noviembre de 2013

"Dios no es un buen perdedor, Papa Francisco"

    La alegría de Dios es encontrar a la oveja perdida, porque tiene una “debilidad de amor” por todos los que se han extraviado: lo que dijo el Papa Francisco durante la misa en la Casa de Santa Marta.

Al comentar las parábolas de la oveja perdida y la moneda perdida , el Obispo de Roma explicó la actitud de los escribas y fariseos que se escandalizaron por las cosas que Jesús hacía y murmuraban contra Él : “Este hombre es un peligro, come con publicanos y pecadores.” Jesús – afirmó el Santo Padre -, dice que ésta “es la música de la hipocresía” y que “a ésta hipocresía de los murmullos responde con una parábola”:
“Él responde a la murmuración con un parábola alegre. En este pequeño relato aparece cuatro veces la palabra alegría. ‘Y ustedes - como si dijese – y ustedes se escandalizan por esto, pero mi Padre se alegra’. Ese es el mensaje más profundo: la alegría de Dios que es un Dios que no le gusta perder, no es un buen perdedor, y por eso, para no perder, sale de sí y va, busca. Es un Dios que busca: busca a todos aquellos que están lejos de Él, como el pastor, que va en busca de la oveja perdida.”

El trabajo de Dios – subrayó Francisco - es “ir a buscar” para “invitar a todos a la fiesta, a los buenos y los malos”:
“Él no tolera perder a uno de los suyos. Ésta será también la oración de Jesús, el Jueves Santo: ‘Padre, que no pierda a ninguno de los que me has dado’. Es un Dios que camina buscándonos y tiene una cierta debilidad de amor por los que están más alejados, que se han perdido ...va y los busca ¿y cómo busca? Busca hasta el final, como ese pastor que va en la oscuridad, buscando hasta que encuentra a la oveja; o como la mujer, que cuando pierde aquella moneda enciende la lámpara, barre la casa y la busca con cuidado. Así busca Dios. ‘¡Este hijo no lo pierdo, es mío! No quiero perderlo’. Este es nuestro Padre: siempre nos busca.”
Luego, “cuando ha encontrado a la oveja” y la ha traído al redil poniéndola junto a las demás, explicó el Pontífice, ninguna debe decir: “tú estabas perdida”, sino “tú eres una de nosotras”, porque le vuelve a dar toda la dignidad. “No hay diferencia” porque Dios “cura a todos aquellos que ha encontrado. Y cuando hace esto es un Dios que se alegra”:
“El gozo de Dios no es la muerte del pecador, sino su vida: es la alegría. ¡Tan lejos estaba esa gente que murmuraba contra Jesús, tan lejos del corazón de Dios! No lo conocían. Creían que ser religiosos, que ser personas buenas significase estar siempre bien, ser educados y tantas veces aparentar ser educados, ¿no? Esta es la hipocresía de la murmuración. En cambio, la alegría del Padre, Dios, es aquella del amor: nos ama. ‘¡Pero, yo soy un pecador, he hecho esto, esto, esto!’... ‘Yo te amo lo mismo y voy a buscarte y te traigo de regreso a casa’. Este es nuestro Padre. Pensemos.”

Fuente: Radio Vaticana.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Noviembre, el mes de Nuestra Señora.

En el mes de Noviembre de 1830, se consolida un milagro que inició en Julio del mismo año  y que hasta nuestros días sigue otorgando bendiciones por todo el mundo a quienes devotamente llevamos la Medalla Milagrosa de La Santísima Virgen Inmaculada.

“Yo soy la Inmaculada Concepción”, saluda la Santa Madre a Sor Catalina aquella madrugada de Julio, dándole a conocer su tristeza por la lejanía de los seres humanos con aquel que nos ha creado.  Con mirada suplicante nuestra Señora sostiene en sus manos el globo terrestre, y sus ojos al cielo elevan constantemente sus peticiones por nosotros.
Deseo derramar gracias sobre tu comunidad; lo deseo ardientemente. Me causa dolor el que haya grandes abusos en la observancia, el que no se cumplan las reglas, el que haya tanta relajación (…)” le habla María a Sor Catalina, “Hija mía, será despreciada la cruz, y el Corazón de mi Hijo será otra vez traspasado; correrá la sangra por las calles.  La Virgen no podía hablar del dolor, las palabras se anudaban en su garganta; tenía semblante pálido, prosigue su relato.

La Virgen, llena de su infinito amor maternal no quiere vernos padecer las graves consecuencias de nuestra desobediencia a los mandamientos de Dios, por el contrario, su deseo es que, con Su intercesión, podamos lograr la redención de nuestros pecados y la gracia de su Hijo, nuestro Salvador. Es por ello que el 27 de Noviembre de 1830, en su segunda aparición en la Rue Du Bac, la Reina Celestial da una directriz a Sor Catalina: "Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza".
María quiere que todos sus hijos encuentren el camino de la redención, por eso, con sus brazos abiertos está a la espera de que acudamos a Ella, que, en palabras de San Luis María de Monfort “es el camino más seguro, el más corto y el más perfecto para ir a Jesús”
Con gran júbilo al sabernos hijos de María, iniciemos el mes de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa con un corazón dispuesto a amar y conocer mucho más a nuestra Buena Madre.
 


Deberíamos implorar con fervor su ayuda y asistencia; pues Ella posee méritos exaltados con Dios, y está muy deseosa de asistirnos con sus oraciones. ¡Nadie lo puede dudar! Y quien lo haga solo podría obrar con impiedad y malicia.

jueves, 31 de octubre de 2013

13 de Octubre: El Papa Francisco consagra el mundo a María.

En una plaza de San Pedro repleta, en donde miles de fieles agitaban sus pañuelos blancos, entró la imagen de la Virgen de Fátima cargada por cuatro Heraldos del Evangelio y escoltada por la Guardia Suiza hasta el obelisco central de la plaza. Allí los sediarios pontificios, o sea quienes cargaban cuando existía, la silla gestatoria papal, pasaron a llevar la imagen de María, que la representa cuando se apareció en 1917 a los tres pastorcitos en Fátima.

Mientas el coro de la pontificia Capilla Sixtina cantaba “el 13 de mayo” la imagen fue desde el obelisco, cargada por los 'sediarios' y acompañada por dos guardias suizos y dos gendarmes vaticanos hacia la basílica, en cuya explanada le esperaba el papa Francisco.

Después de la homilía en la que el santo padre invita a tener confianza en María, pues ella nos puede ayudar a resolver los nudos de conciencia más difíciles, y de agradecerle por su fe, impartió la bendición y se cantó la Salve Regina.

“Juan Pablo II en 1984, delante de la imagen de Nuestra Señora de Fátima, en Roma, consagró el mundo y Rusia al Inmaculado Corazón de María, en unión con los obispos del mundo entero. Más tarde, la vidente Lucia confirmó que ese acto de consagración fue realizado en consonancia con el pedido de Nuestra Señora. El año 2000, en el Jubileo de los Obispos, siempre Juan Pablo II consagró el nuevo milenio a Nuestra Señora, de nuevo delante de esta misma imagen, en Roma.

La corona de la imagen de Fátima lleva la munición que hirió al papa Juan Pablo II en el atentado del 13 de mayo de 1981, realizado por mano de Ali Agca en la plaza de San Pedro y cuyos mandantes nunca pudieron ser identificados con certeza.