martes, 1 de diciembre de 2015

Un Sacerdote con una historia interesante.

Practicó hipnotismo, control mental, adivinación... Pero hoy es sacerdote y ayuda a la gente a evitarlo.

El padre Pavol Hucík es uno de los mayores expertos en ocultismo de Eslovaquia, con la particularidad de haber conocido ese mundo oscuro por dentro y en profundidad.

Compatibiliza su servicio como párroco en la pequeña ciudad de Bystrany con un servicio de "liberación" para ayudar a las personas esclavizadas y oprimidas por lo esotérico o mágico, e imparte charlas y seminarios, para jóvenes y mayores, advirtiendo de sus peligros. Él estuvo "allí dentro" y no niega su poder... ni su maldad.

Con la democracia, un "boom" esotérico Pavol nació en una familia de valores católicos en 1975. En 1989, cuando cayeron el Muro de Berlín y la tiranía comunista, Eslovaquia se llenó de literatura occidental hasta entonces prohibida o inaccesible, y eso incluía libros de ocultismo y esoterismo.

Con apenas 15 años, Pavol devoraba estos libros esotéricos, dedicándoles todo su tiempo y dinero: misticismos extraños, meditación trascendental, hipnosis, ocultismo.

Una vez aprendida toda la teoría, decidió ponerla en práctica una noche que estaba aburrido con un grupo de amigos, viendo la televisión en casa de ellos.

"Me senté en una esquina cerca de la puerta. Cerré los ojos, y empecé a meditar. No meditaba sobre Dios o las Escrituras. Pensaba en usar las fuerzas del subconsciente para hipnotizar a una amiga que se sentaba a mi lado, cerca de la puerta. No se lo dije a nadie, todo sucedía en mi interior. Después de un rato relativamente largo, abrí los ojos, y vi que mi amiga estaba dormida. Podía ser algo normal, así que la toqué y sacudí para ver si despertaba. Pero no lo hizo, no reaccionaba, estaba en una especie de estado inconsciente. Me asusté y volví a mi sitio, no quería que nadie se diese cuenta. Retomé la concentración, dando la orden contraria, quería despertarla. Por fortuna lo conseguí, y ella despertó".

El joven Pavol quedó entusiasmado ante lo que parecía un gran poder. Convenció a la chica para quedar con asiduidad y practicar con ella la hipnosis. Y funcionaba.

La atracción de la hipnosis.

"Después de algunas sesiones, podía hipnotizarla solo con contar a diez. Funcionaba incluso al aire libre, con frío. Funcionaba incluso cuando ella no quería. Una vez ella no quería reunirse conmigo. Simplemente le ordené que viniese. Al día siguiente, se presentó como habíamos quedado, comentando que no pudo controlar sus propias piernas, que, dijo, empezaron a moverse por sí solas".

Pavol experimentó con varias modalidades de hipnosis: por ejemplo, decía a su amiga que tal día a tal hora entraría en trance, y así sucedía. También la hacía dormir con un casete en el que resonaban sus palabras, y la chica solo despertaba cuando su hermana la abofeteaba.

Pasando a cosas peores.

"Cuanto más comes, más hambre tienes", explica Hucík. "Empecé a hacer cosas peores que la hipnosis". La lista es larga. Primero, magia "blanca" (algo que según la Iglesia y los exorcistas, no existe: la magia es, o un engaño, o una superstición que aleja de Dios, o, si pasan cosas inexplicables y poderosas, es acción demoniaca: no hay magia buena).

Influir a otros.

Pavol no era un chico devoto, pero sí se consideraba católico. De alguna manera pensaba que se trataba de "poderes" que Dios podía dar a algunos, como él. Y un poder, ¿no está para usarse? "Hice cosas malas como influir a otras personas" [con la hipnosis y el ocultismo]: que el profesor no le preguntase en clase, que el revisor no le pidiese el billete ("le hacía creer que ya lo había revisado, cuando la verdad es que iba sin billete").

Una "contra-fuerza" en el "nivel alfa".

Había un nivel de concentración "ocultista" llamada "nivel alfa", el nivel mental en el que se "hacen cosas". A él le servía, por ejemplo, para memorizar temas para la escuela. En ese "nivel alfa" podía influir a otras personas. Pero había algunas que parecían estar protegidas por una especie de "contra-fuerza".

Pavol sospechaba que quizá eran personas que también se dedicaban a lo oculto, que así generaban esa barrera, pero luego comprobó que no era así.

"Una noche, todo se aclaró. Intenté rezar estando en nivel alfa. No pude hacerlo. Era como pegarte con la cabeza en un muro. Era la misma sensación que tenía cuando no conseguía influir a una persona mediante prácticas ocultistas. Me pregunté qué tipo de poder era ese, que no podía superar. Y entonces, en mi interior, entendí que era el poder de Dios".

Pavol quedó "negativamente sorprendido", es decir, molesto: ¡él estaba en el lado malo, el lado anti-Dios! Por un lado, nunca había pretendido tal cosa, pero, pensó, ¿acaso se había detenido alguna vez a consultar a Dios sobre estas actividades, en escucharle a Él?

Primer paso: admitir la adicción.

Se acercaban los exámenes finales del instituto: no tenía tiempo para realizar más sesiones ocultistas, al menos por una temporada. Pero descubrió que se ponía nervioso, que deseaba volver a ejercer su poder sobre otros, algo que era ahora claro que estaba mal. "Me di cuenta de que sufría adicción al ocultismo".

En ese momento encontró el primer libro de espiritualidad cristiana que le ayudó: "Renovación en el Espíritu Santo", del teólogo y sacerdote eslovaco Jozef Vrablec (1914-2003). No era teoría árida, era un libro práctico y apasionado: incluía una oración al Espíritu Santo, y Pávol la rezó.

"En mi alma sentí algo nuevo, hermoso, y liberador. Era algo lleno de vida, y me traía un gran gozo. Era algo completamente distinto a lo que había experimentado en ejercicios de concentración o en meditaciones de vaciamiento según el yoga o las religiones orientales", explica.

Era la acción del Espíritu Santo, con sus dones: gozo, paz, sabiduría, guía...

Decisión final, en el seminario.

Fue "guiado por el Espíritu Santo" que aquel joven de unos 18 años entró en el seminario para ser sacerdote y servir a Dios. Aún en el primer año intentó mantener alguna relación con el mundo de lo oculto, pero se apuntó a un curso de Renovación en el Espíritu Santo, y en él se insistía a los participantes en que renunciasen a estas prácticas. Varios participantes de más edad ya lo habían hecho, y podían explicar a Pávol por qué era necesario e imprescindible para un cristiano. Así puso punto final a cualquier práctica oculta.

Pero no a su estudio teórico, esta vez desde el punto de vista cristiano. De hecho, su tesis de teología trató de ese tema: "La parapsicología desde el punto de vista del cristianismo". Con ella, pretendía compensar sus errores y quizá ayudar o prevenir a otras personas.

Ayudar a la gente dañada.

Como sacerdote joven, pronto descubrió que el ocultismo, los curanderos, adivinos y brujos estaban dañando a muchas personas, bien con meras estafas, bien introduciéndolas en lo esotérico. Además, muchas personas que según los psiquiatras estaban perfectamente sanas podían describir sus síntomas de opresión, oscuridad, presencias extrañas, voces. Pavol creía, acogía y entendía a estas víctimas del ocultismo, y decidió ayudarlas: darles consejo, estudiar su caso, orar por su liberación.

Y el primer paso a menudo es decir: "haz como hice yo, renuncia a todo lo oculto". "Cuando estas personas renuncian a las prácticas ocultistas y confían sus vidas a Jesucristo, sus pesadillas empiezan a desaparecer, dejan de oir voces y ver espíritus, se liberan de presiones internas y de sentimientos negativos", afirma.

"Así que Dios gradualmente me llevó a mi ministerio de liberación. Hoy le doy gracias por todo lo que experimenté y por el hecho de que puedo ayudar a las personas que fueron atrapadas y dañadas por los servicios misteriosos y frugales de la magia y el ocultismo".

viernes, 26 de junio de 2015

"Medjugorje: Apariciones no serían sobrenaturales"

           Una imagen de la Virgen de Medjugorje. Foto Wikipedia Beemwej (CC-BY-SA-3.0)

"ROMA, 25 Jun. 15 / 06:02 pm (ACI).- Un vaticanista filtró la decisión de la Santa Sede sobre las presuntas apariciones de la Virgen de Medjugorje en Bosnia Herzegovina. Luego de investigar por varios años los hechos, el Vaticano declararía que no hay eventos sobrenaturales; pero permitiría que los fieles sigan peregrinando al lugar.
Aunque el Vaticano no ha dado una fecha para anunciar oficialmente la decisión del Papa Francisco sobre este caso, Gianluca Barile publicó en su blog “Diario de un vaticanista” que ayer hubo una asamblea de la Congregación de la Doctrina de la Fe (CDF). Tras la reunión, el presidente de este dicasterio, Cardenal Gerhard Ludwig Müller, habría dicho que la única concesión para Medjugorje es ser “reconocido como un lugar de oración porque Dios sabe recoger allí donde no siembra”.
En cuanto a lo demás, indica Barile, el juicio de la CDF sobre “estos fenómenos ha sido completamente negativo”.
El vaticanista indica que para el dicasterio las supuestas apariciones a los seis videntes de Medjugorje “no tienen ninguna sobrenaturalidad y por eso se prohíbe que los fieles participen en los ‘éxtasis’ de los seis ‘videntes’ y a estos últimos se les prohíbe divulgar los textos de los mensajes que dicen recibir de la Virgen”.
Además la parroquia de Medjugorje no se convertiría en Santuario y los obispos no podrán acoger a los “videntes” como tales y los fieles no deberán reconocerlos tampoco de esa forma.
Para Barile la severidad del Vaticano se debería a “los intereses económicos” de los “videntes” que han invertido dinero en albergues y agencias de viaje, entre otros; además de su “desobediencia mostrada ante el Obispo de Mostar, su diócesis, ante el Papa y la Comisión Ruini”, que creó Benedicto XVI para investigar las supuestas apariciones.
En declaraciones al diario italiano Il Giornale, una de las “videntes”, Vicka Ivankovic, dijo que espera “con serenidad y tranquilidad lo que será la posición del Papa. Estoy en plena obediencia a la Iglesia y la Virgen me ha dicho que no me preocupe”.
La última palabra corresponde ahora al Papa Francisco que ya tiene toda la información sobre este caso.
El sábado 6 de junio, de regreso de su viaje a Sarajevo y en la habitual rueda de prensa a bordo del avión papal, el Papa Francisco afirmó que la comisión vaticana que estudió las supuestas apariciones marianas en Medjugorje “ha hecho un buen trabajo”.
En marzo de 2010, bajo el pontificado de Benedicto XVI, la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) creó la Comisión Internacional de investigación sobre Medjugorje, presidida por el Cardenal Camillo Ruini.
El Santo Padre dijo que “han hecho el estudio y el Cardenal Ruini ha venido a mí y me ha entregado el estudio después de tantos años, no sé, tres o cuatro años más o menos… han hecho un buen trabajo”.
“Estamos ahí, para tomar decisiones y después se dirán... Solamente algunas orientaciones de los obispos, pero se tomarán algunas líneas”, añadió.
Tras días después y sin mencionar a Medjugorje el Papa dijo en su homilía de la Misa que preside cotidianamente en la capilla de la Casa Santa Marta que andar pendiente de “videntes” para saber qué les dirá en “la carta que la Virgen les enviará a las cuatro de la tarde” no es parte de la identidad cristiana, sino que la diluye.
Francisco advirtió a los fieles que hay dos caminos que diluyen el testimonio cristiano. “hay algunos que siempre necesitan novedades en la identidad cristiana y olvidan que han sido elegidos, ungidos”, que “tienen la garantía del Espíritu” y que “buscan: ¿dónde están los videntes, qué nos dice hoy la carta que la Virgen les enviará a las cuatro de la tarde? – Por ejemplo ¿no? Y viven de esto. Esta no es identidad cristiana. La  última palabra de Dios se llama ‘Jesús’ y nada más”.
Fuente: ACI PRENSA

jueves, 5 de febrero de 2015

PERDÓN.

¿Podemos perdonar cualquier ofensa?
Podemos y debemos. El Padrenuestro dice “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a quien nos ofende”. Con ello, Jesucristo nos indica que debemos perdonar porque esta acción nos enriquece espiritualmente.

¿Tenemos que perdonar aunque no nos pidan perdón?
Siempre. Cuando nosotros perdonamos a alguien que nos ha ofendido, le restituimos su dignidad y ello hace que nosotros mismos también podamos ser dignos de recibir el perdón.

¿Cómo debemos perdonar los cristianos?
Es conocida la cita de C.S. Lewis: “No hay caridad cristiana, sino mera justicia, al disculpar lo excusable. Para ser cristianos, debemos perdonar lo inexcusable, porque así procede Dios con nosotros”. Dice Benedicto XVI: “perdonar no es olvidar, sino transformar”.

¿Dios perdona solo a través del sacramento de la confesión?
Sí. Solo Dios perdona los pecados. El sacerdote lo hace porque Dios se lo ha confiado y es en Su nombre en el que lo hace. En realidad, al confesarle los pecados al sacerdote, se los estamos diciendo al propio Cristo.

¿Quedamos totalmente limpios tras recibir la absolución y llevar a cabo la penitencia?
Sí. El fruto de la confesión, “no es sólo la remisión de los pecados, necesaria para quien ha pecado. Produce una verdadera resurrección espiritual, una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad con Dios”, afirmaba el beato Juan Pablo II. La Misericordia de Dios deja nuestra alma limpia y resplandeciente.

¿Dios nos perdona aunque no le pidamos perdón?
Los límites del mal los pone la Divina Misericordia. Esto no implica que todo el mundo se salve automáticamente por Misericordia de Dios, disculpando así todo pecado, sino que Dios perdonará a todo pecador que acepte ser perdonado. Afirma Benedicto XVI: “el perdón, la superación del mal, pasa por el arrepentimiento. Y si el perdón constituye el límite al mal (¡cuántas lecciones se podrían sacar de esta verdad para superar los conflictos armados!), la libertad condiciona, en cierto modo, a la Divina Misericordia”.

Mis pecados, ¿afectan a los demás?
Si bien todo pecado es personal, porque es un acto de libertad de un hombre en particular, es, al mismo tiempo, social. Recordaba el beato Juan Pablo II que “en virtud de una solidaridad humana tan misteriosa e imperceptible como real y concreta, el pecado de cada uno repercute en cierta manera en los demás”.

¿Qué podemos hacer si, aun queriendo, no somos capaces de perdonar una ofensa?
Dios promete que, cuando venimos a Él, pidiéndole perdón, nos lo concede gratuitamente. Cuando nos cueste, tenemos que pedirle al Corazón de Jesús que nos introduzca en “su horno ardiente de caridad”, para conseguirlo.

¿Tengo que pedir perdón si mi intención era buena?
Basta con que hayamos hecho daño para tener que pedir perdón. Lo importante es saber con qué he ofendido al otro… mucho más allá de mi intención.

¿Qué diferencia hay entre el perdón de Dios y el perdón humano?
El perdón humano es en sí mismo impotente e ineficaz, porque es algo exterior a la falta, puede pasar por alto la ofensa, olvidar, pero no puede borrar la mancha contraída por el ofensor. El perdón divino es omnipotente y eficaz; aniquila la falta, perdona la pena, borra la mancha, llega hasta las profundidades de nuestro ser para recrear en nosotros un corazón puro y renovar en nuestras entrañas el espíritu de rectitud. Y por si esto fuera poco, nos devuelve todas las riquezas sobrenaturales que por el pecado habíamos perdido.

¿Podemos vivir sin perdonar?
Claro que no. Dice San Juan Crisóstomo que “nada nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos a perdonar”. Es la lección de los mártires: mientras los fusilaban repetían palabras de perdón. El Beato Cruz Laplana, el Obispo absolvía a sus asesinos del pecado que estaban cometiendo. Si en circunstancias extremas ellos pudieron, ¿nosotros, no?