Practicó hipnotismo, control mental, adivinación...
Pero hoy es sacerdote y ayuda a la gente a evitarlo.
El padre Pavol Hucík es uno de los mayores expertos en ocultismo de Eslovaquia, con la particularidad de haber conocido ese mundo oscuro por dentro y en profundidad.
Compatibiliza su servicio como párroco en la pequeña ciudad de Bystrany con un servicio de "liberación" para ayudar a las personas esclavizadas y oprimidas por lo esotérico o mágico, e imparte charlas y seminarios, para jóvenes y mayores, advirtiendo de sus peligros. Él estuvo "allí dentro" y no niega su poder... ni su maldad.
Con la democracia, un "boom" esotérico Pavol nació en una familia de valores católicos en 1975. En 1989, cuando cayeron el Muro de Berlín y la tiranía comunista, Eslovaquia se llenó de literatura occidental hasta entonces prohibida o inaccesible, y eso incluía libros de ocultismo y esoterismo.
Con apenas 15 años, Pavol devoraba estos libros esotéricos, dedicándoles todo su tiempo y dinero: misticismos extraños, meditación trascendental, hipnosis, ocultismo.
Una vez aprendida toda la teoría, decidió ponerla en práctica una noche que estaba aburrido con un grupo de amigos, viendo la televisión en casa de ellos.
"Me senté en una esquina cerca de la puerta. Cerré los ojos, y empecé a meditar. No meditaba sobre Dios o las Escrituras. Pensaba en usar las fuerzas del subconsciente para hipnotizar a una amiga que se sentaba a mi lado, cerca de la puerta. No se lo dije a nadie, todo sucedía en mi interior. Después de un rato relativamente largo, abrí los ojos, y vi que mi amiga estaba dormida. Podía ser algo normal, así que la toqué y sacudí para ver si despertaba. Pero no lo hizo, no reaccionaba, estaba en una especie de estado inconsciente. Me asusté y volví a mi sitio, no quería que nadie se diese cuenta. Retomé la concentración, dando la orden contraria, quería despertarla. Por fortuna lo conseguí, y ella despertó".
El joven Pavol quedó entusiasmado ante lo que parecía un gran poder. Convenció a la chica para quedar con asiduidad y practicar con ella la hipnosis. Y funcionaba.
La atracción de la hipnosis.
"Después de algunas sesiones, podía hipnotizarla solo con contar a diez. Funcionaba incluso al aire libre, con frío. Funcionaba incluso cuando ella no quería. Una vez ella no quería reunirse conmigo. Simplemente le ordené que viniese. Al día siguiente, se presentó como habíamos quedado, comentando que no pudo controlar sus propias piernas, que, dijo, empezaron a moverse por sí solas".
Pavol experimentó con varias modalidades de hipnosis: por ejemplo, decía a su amiga que tal día a tal hora entraría en trance, y así sucedía. También la hacía dormir con un casete en el que resonaban sus palabras, y la chica solo despertaba cuando su hermana la abofeteaba.
Pasando a cosas peores.
"Cuanto más comes, más hambre tienes", explica Hucík. "Empecé a hacer cosas peores que la hipnosis". La lista es larga. Primero, magia "blanca" (algo que según la Iglesia y los exorcistas, no existe: la magia es, o un engaño, o una superstición que aleja de Dios, o, si pasan cosas inexplicables y poderosas, es acción demoniaca: no hay magia buena).
Influir a otros.
Pavol no era un chico devoto, pero sí se consideraba católico. De alguna manera pensaba que se trataba de "poderes" que Dios podía dar a algunos, como él. Y un poder, ¿no está para usarse? "Hice cosas malas como influir a otras personas" [con la hipnosis y el ocultismo]: que el profesor no le preguntase en clase, que el revisor no le pidiese el billete ("le hacía creer que ya lo había revisado, cuando la verdad es que iba sin billete").
Una "contra-fuerza" en el "nivel alfa".
Había un nivel de concentración "ocultista" llamada "nivel alfa", el nivel mental en el que se "hacen cosas". A él le servía, por ejemplo, para memorizar temas para la escuela. En ese "nivel alfa" podía influir a otras personas. Pero había algunas que parecían estar protegidas por una especie de "contra-fuerza".
Pavol sospechaba que quizá eran personas que también se dedicaban a lo oculto, que así generaban esa barrera, pero luego comprobó que no era así.
"Una noche, todo se aclaró. Intenté rezar estando en nivel alfa. No pude hacerlo. Era como pegarte con la cabeza en un muro. Era la misma sensación que tenía cuando no conseguía influir a una persona mediante prácticas ocultistas. Me pregunté qué tipo de poder era ese, que no podía superar. Y entonces, en mi interior, entendí que era el poder de Dios".
Pavol quedó "negativamente sorprendido", es decir, molesto: ¡él estaba en el lado malo, el lado anti-Dios! Por un lado, nunca había pretendido tal cosa, pero, pensó, ¿acaso se había detenido alguna vez a consultar a Dios sobre estas actividades, en escucharle a Él?
Primer paso: admitir la adicción.
Se acercaban los exámenes finales del instituto: no tenía tiempo para realizar más sesiones ocultistas, al menos por una temporada. Pero descubrió que se ponía nervioso, que deseaba volver a ejercer su poder sobre otros, algo que era ahora claro que estaba mal. "Me di cuenta de que sufría adicción al ocultismo".
En ese momento encontró el primer libro de espiritualidad cristiana que le ayudó: "Renovación en el Espíritu Santo", del teólogo y sacerdote eslovaco Jozef Vrablec (1914-2003). No era teoría árida, era un libro práctico y apasionado: incluía una oración al Espíritu Santo, y Pávol la rezó.
"En mi alma sentí algo nuevo, hermoso, y liberador. Era algo lleno de vida, y me traía un gran gozo. Era algo completamente distinto a lo que había experimentado en ejercicios de concentración o en meditaciones de vaciamiento según el yoga o las religiones orientales", explica.
Era la acción del Espíritu Santo, con sus dones: gozo, paz, sabiduría, guía...
Decisión final, en el seminario.
Fue "guiado por el Espíritu Santo" que aquel joven de unos 18 años entró en el seminario para ser sacerdote y servir a Dios. Aún en el primer año intentó mantener alguna relación con el mundo de lo oculto, pero se apuntó a un curso de Renovación en el Espíritu Santo, y en él se insistía a los participantes en que renunciasen a estas prácticas. Varios participantes de más edad ya lo habían hecho, y podían explicar a Pávol por qué era necesario e imprescindible para un cristiano. Así puso punto final a cualquier práctica oculta.
Pero no a su estudio teórico, esta vez desde el punto de vista cristiano. De hecho, su tesis de teología trató de ese tema: "La parapsicología desde el punto de vista del cristianismo". Con ella, pretendía compensar sus errores y quizá ayudar o prevenir a otras personas.
Ayudar a la gente dañada.
Como sacerdote joven, pronto descubrió que el ocultismo, los curanderos, adivinos y brujos estaban dañando a muchas personas, bien con meras estafas, bien introduciéndolas en lo esotérico. Además, muchas personas que según los psiquiatras estaban perfectamente sanas podían describir sus síntomas de opresión, oscuridad, presencias extrañas, voces. Pavol creía, acogía y entendía a estas víctimas del ocultismo, y decidió ayudarlas: darles consejo, estudiar su caso, orar por su liberación.
Y el primer paso a menudo es decir: "haz como hice yo, renuncia a todo lo oculto". "Cuando estas personas renuncian a las prácticas ocultistas y confían sus vidas a Jesucristo, sus pesadillas empiezan a desaparecer, dejan de oir voces y ver espíritus, se liberan de presiones internas y de sentimientos negativos", afirma.
"Así que Dios gradualmente me llevó a mi ministerio de liberación. Hoy le doy gracias por todo lo que experimenté y por el hecho de que puedo ayudar a las personas que fueron atrapadas y dañadas por los servicios misteriosos y frugales de la magia y el ocultismo".